jueves, 13 de diciembre de 2012

LA FE NO ES DEMOCRÁTICA

   El pasado 7 de diciembre el Santo Padre Benedicto XVI recibió en audiencia a los miembros de la Comisión Teológica Internacional.  En su discurso les ha recordado el auténtico significado del "sensus fidelium",  el  sentir  de  los fieles  u  olfato  católico, traducido  más libremente, y que en la actualidad se encuentra bastante atrofiado en todos los segmentos del Pueblo de Dios. Como sabio otorrino el Santo Padre les ha dicho que “el Concilio Vaticano II, reafirmando el papel específico e insustituible que compete al Magisterio, ha subrayado, sin embargo, que todo el Pueblo de Dios participa en la función profética de Cristo (…) Este don, el “sensus fidei” es para el creyente una especie de instinto sobrenatural que tiene una connaturalidad vital con el mismo objeto de la fe (…) y un criterio para discernir si una verdad pertenece o no al depósito vivo de la tradición apostólica. También tiene un valor proposicional porque el Espíritu Santo no cesa de hablar a las iglesias y de llevarlas a la verdad entera. Hoy en día, sin embargo, es particularmente importante aclarar los criterios usados para distinguir el sensus fidelium auténtico de sus falsificaciones. De hecho, no es una especie de opinión pública de la Iglesia, y es impensable recurrir a él para impugnar las enseñanzas del Magisterio, ya que el “sensus fidei” no puede desarrollarse auténticamente en el verdadero creyente salvo en la medida en que participa plenamente en la vida de la Iglesia, y esto requiere una adhesión responsable a su Magisterio”.
  La fe, viene a subrayar el Romano Pontífice, no se hace por alzada de mano, precisamente porque es un saber que viene de lo alto, que solo el Magisterio de la Iglesia tiene el poder de interpretarlo con autoridad y de modo auténtico. Un sensus fidelium, por muy mayoritario que sea, si se opone al Magisterio perenne de la Iglesia, se convierte ipso facto en un "sensus infidelium", en un amplio sentir de infieles.

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