miércoles, 27 de marzo de 2013

EL BESO PONZOÑOSO

Así titula el Venerable Fulton J. Sheen, en su Vida de Cristo, el capítulo de la traición de Judas, que desde tiempo inmemorial, la Iglesia recuerda el miércoles santo. Y la ponzoña se vuelve  insufrible cuando el evangelio nos dice que se trata de la traición de uno de los doce. “Judas -comenta el autor- había estado ya muchas veces con nuestro Señor en aquel huerto, adonde Él llevaba a sus discípulos a orar; conocía, por tanto, el lugar donde había de encontrarle. Los traidores mayores son aquellos que han estado acunados en las sagradas asociaciones de Cristo y su Iglesia. Sólo ellos saben dónde han de hallar a Cristo después de que haya obscurecido”. (Cf. Vida de Cristo, Herder 1985, p. 359). Por desgracia los besos iscariotescos nunca han cesado en la historia de la Iglesia. Sí, besan con labios ponzoñosos al Señor quienes presentándose como íntimos suyos nunca se han atrevido a defender sus derechos en el ámbito público; le besan traidoramente aquellos que predicando en nombre suyo adulteran con descaro su doctrina y sus mandamientos; le besan a lo Judas quienes en el altar abusan de las normas litúrgicas para confeccionar su propio culto sacrílego; lo besan con desprecio quienes en vez de exigir una conducta cristiana coherente, adormecen las conciencias tolerando en silencio todo tipo de aberraciones contra la naturaleza, el matrimonio y la vida; lo besan con escándalo quienes presentan como doctrina del Maestro o de su Iglesia las mezquinas ideas políticas que profesan; besan con malicia a Cristo los que se afanan por entregar la Iglesia al mundo y no el mundo a la Iglesia. Iscariótico es también el beso de los que hoy adulan a un Papa con la sola finalidad de desacreditar a otros; besan en fin como miserables Judas todos aquellos que han visto en las ovejas del rebaño de Cristo objetos papa satisfacer sus más bajas inclinaciones. Señor, la sola idea de poder darte un beso ponzoñoso nos hace temblar. Líbranos del papel del traidor.

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