viernes, 19 de abril de 2013

19. IV. 2005. DÍA GRANDE EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA



Justo hace ocho años, tras la fumata blanca de aquella hermosa tarde primaveral del 19 de abril de 2005, el mundo entero esperaba con ansiedad el anuncio del nuevo Papa que sucedería a Juan Pablo II tras su largo y fecundo Pontificado. Nadie negaba las notables condiciones del entonces Cardenal Ratzinger para sucederlo y su carácter de favorito; incluso algún medio informó que el Papa enfermo habría manifestado privadamente su deseo de que él fuera su sucesor. Sin embargo la edad, los frecuentes ataques de la prensa liberal hacia su persona y los deseos de retirarse manifestados más de una vez al Papa, dejaban espacio para la incógnita. Si al padre Lombardi, actual vocero del Vaticano, lo acaban de seleccionar para otorgarle un premio como comunicador, al entonces Cardenal chileno Jorge Medina Estévez que anunció a la Iglesia y al mundo el nuevo Papa, merecería otorgársele medalla de oro. ¡Qué bien lo hizo! Desde el balcón central de la logia de la Basílica de San Pedro, en el transcurso de tres minutos que se hicieron eternos, frente a una muchedumbre que a cada palabra se agitaba en alborozo, casi como jugando con el mundo entero, manifestando ser un genio de la dramaturgia –en expresión de Peter Seewald-, el Cardenal protodiácono hizo retumbar su voz: “…Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Ratzinger”. Y un estampido de voces, aplausos, abrazos, de agitación de banderas, y de otras tantas expresiones de gozo, no se hicieron esperar. Me place recordar con detalle lo ocurrido aquel día porque creo permanecerá como un día glorioso en los anales de la historia de la Iglesia y, en mi memoria, como uno de los acontecimientos más dichosos que me ha tocado vivir. Y estoy convencido que la dicha de ese día ya nunca cesará.





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