jueves, 19 de septiembre de 2013

INQUIETUDES LITÚRGICAS DEL PAPA BENEDICTO

Cuando observo imágenes de Eucaristías multitudinarias, donde las circunstancias que acompañan dichas ceremonias parecen inducir irremediablemente hacia el campo de lo irreverente, comprendo perfectamente que la sensibilidad litúrgica del papa Benedicto, se cuestionara el sentido y la oportunidad de estas Misas masivas. En cierta ocasión, hablando al clero de la ciudad de Roma, decía:
“…Un gran problema es, en cambio, el de las liturgias en las que participan multitudes de personas. Recuerdo que en 1960, durante el gran congreso eucarístico internacional de Munich, se trataba de dar una nueva fisonomía a los congresos eucarísticos, que hasta entonces eran sólo actos de adoración. Se quería poner en el centro la celebración de la Eucaristía como acto de la presencia del misterio celebrado. Pero inmediatamente se planteó la pregunta: ¿Cómo se puede hacer? Adorar, se decía, es posible también a distancia; pero para celebrar la misa es necesaria una comunidad limitada, que pueda participar activamente en el misterio; por tanto, una comunidad que debía ser asamblea en torno a la celebración del misterio.
Muchos eran contrarios a la celebración de la Eucaristía en público con cien mil personas. Decían que no era posible precisamente por la estructura misma de la Eucaristía, que exige la comunidad para la comunión. También grandes personalidades, muy respetables, eran contrarias a esta solución. Luego el profesor Jungmann, gran liturgista, uno de los grandes arquitectos de la reforma litúrgica, creó el concepto de statio orbis, es decir, se refirió a la statio Romae, donde precisamente en el tiempo de Cuaresma los fieles se reúnen en un punto, la statio. Por tanto, se encuentran en statio como los soldados por Cristo; y luego van juntos a la Eucaristía. Si así era la statio de la ciudad de Roma —dijo—, donde la ciudad de Roma se reunía, entonces esta es la statio orbis. Y desde ese momento tenemos las celebraciones eucarísticas con la participación de grandes multitudes.
Para mí, queda un problema, porque la comunión concreta en la celebración es fundamental; por eso, creo que de ese modo aún no se ha encontrado realmente la respuesta definitiva. También en el Sínodo pasado suscité esta pregunta, pero no encontró respuesta. También hice que se planteara otra pregunta sobre la concelebración multitudinaria, porque si por ejemplo concelebran mil sacerdotes, no se sabe si se mantiene aún la estructura querida por el Señor. Pero en cualquier caso son preguntas". (Palabras del Papa Benedicto XVI a los párrocos, sacerdotes y diáconos de Roma, jueves 7 de febrero de 2008. Lo destacado es nuestro).
Ciertamente, a muchos nos queda este problema. Porque cualquier semejanza entre una desordenada tribuna de concelebrantes (semejante a la de un estadio) con la intimidad del Cenáculo donde se instituyó el Santísimo Sacramento, o con el drama del Calvario que se renueva en el altar, me parece mera coincidencia. Incluso más: los mismos pronombres demostrativos que forman parte de las palabras con las que se consagra el pan y el vino -"esto", "este"- pierden su significación propia al ser pronunciadas por una masa lejana a las especies mismas que se consagran; y más aún si van unidas a un gesto indicativo del brazo al que convendría mejor un "aquello" o "aquel". Imaginando a Sócrates en un supuesto diálogo con algún sofista liturgo ya impaciente, diría: los temas litúrgicos son complejos. Sin duda, y a veces se han tratado con demasiada simpleza.

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