viernes, 25 de marzo de 2016

REFLEXIONES DE SEMANA SANTA. LA SANGRE PRECIOSA



"Verdaderamente, oh Señor Jesucristo, jamás hubo dolor semejante al tuyo, pues fue tan grande la efusión de tu sangre, que bañó con ella todo el cuerpo. ¡Oh buen Jesús! ¡Oh dulcísimo Señor! Parece imposible que quede en ti algo de sangre, manando no una gota, sino un río de sangre tan copiosamente por las cinco partes de tu Cuerpo. De las manos y pies en la crucifixión, de la cabeza en la coronación de espinas, de todo el Cuerpo en los azotes, hasta del mismo corazón en la herida del costado. Dime por favor, oh mi amado Jesús, dime, ¿cómo, habiendo podido bastar una sola gota de tu santísima sangre para la redención de todo el mundo, permitiste que se derramara toda la sangre de tu Cuerpo? Lo sé, Señor, y lo sé de cierto: lo hiciste para manifestarme con cuánto amor me amabas". (San Buenaventura, Diez opúsculos místicos, Buenos Aires 1947, p.220)

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