lunes, 26 de diciembre de 2016

LA CREACIÓN EXULTA POR EL NACIMIENTO DEL VERBO-NIÑO

Reproduzco a continuación, la primera parte de un sermón de San Bernardo pronunciado en la Vigilia de Navidad. A través del anuncio litúrgico: Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá, san Bernardo nos conduce a la contemplación del misterio del nacimiento de nuestro Salvador, de su excelsa belleza y del gozo inconmensurable que en él se encierra.

«Un grito de júbilo resuena en nuestra tierra; un grito de alegría y de salvación, en las tiendas de los pecadores. Hemos oído una palabra buena, una palabra de consuelo, una frase rezumante de gozo, digna de todo nuestro aprecio.

Exultad, montañas; aplaudid, árboles silvestres, delante del Señor que llega. Oíd, cielos; escucha, tierra; enmudece y alaba, coro de las criaturas; pero más que nadie, tú, hombre. Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá. ¿Quién tendrá corazón tan de piedra que, al oír este grito, no se le derrita el alma? ¿Se podría anunciar mensaje más consolador? ¿Se podría confiar noticia más agradable? ¿Cuándo se ha oído algo semejante? ¿Cuándo ha sentido el mundo cosa parecida? Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá. ¡Expresión concisa sobre la Palabra condensada, pero henchida de celeste fragancia! El afecto se fatiga intentando expandir un mayor derroche de esta meliflua dulzura, pero no encuentra palabras. Tanta gracia destila esta expresión, que, si se altera una simple coma, se siente de inmediato una merma de sabor.

Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá. ¡Oh nacimiento esclarecido en santidad, glorioso para el mundo, querido por la humanidad a causa del incomparable beneficio que le confiere, insondable incluso para los ángeles en la profundidad de su misterio sagrado! Y bajo cualquier aspecto, admirable por la grandeza exclusiva de su novedad; jamás se ha visto cosa parecida, ni antes ni después. ¡Oh alumbramiento único, sin dolor, cándido, incorruptible; que consagra el templo del seno virginal sin profanarlo! ¡Oh nacimiento que rebasa las leyes de la naturaleza, si bien la transforma!; inimaginable en el ámbito de lo milagroso, pero que repara por la fuerza de su misterio.

Hermanos: ¿quién podrá proclamar esta generación? El ángel anuncia. La fuerza de Dios cubre con la sombra. Baja el Espíritu. La Virgen cree. La Virgen concibe en la fe. La Virgen alumbra y permanece virgen. ¿Quién no se asombrará? Nace el Hijo del Altísimo, Dios de Dios, engendrado antes de todos los siglos. Nace el Verbo-niño; ¿quién podrá admirarse suficientemente?» (San Bernardo, Sermón En la Vigilia de Navidad, I, n° 1)

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