lunes, 9 de enero de 2017

¿Y DE DÓNDE TANTA ADMIRACIÓN POR LA REFORMA?

Desearía estar equivocado, pero me temo que tras la efervescencia ecuménica de algunos católicos -casi siempre minorías clericales de salón- por festejar los 5oo años de la Reforma, más que el deseo de exaltar a los corifeos del protestantismo, se oculta una solapada y quizá hasta inconsciente celebración: la de la propia y personal apostasía.

Al respecto me parece necesario tener presente, tal como lo señalara Maritain en su obra Tres reformadores, que Lutero representa el advenimiento del yo sobre cualquier otra realidad. «El infeliz –dice el pensador francés- cree no confiar ya en sí mismo, sino solamente en Dios. Sin embargo, al no admitir que el hombre pueda participar realmente y en su interior de la justicia de Jesucristo y de su gracia –que, según él, permanece siempre fuera de nosotros, que no puede producir en nosotros ningún acto vital–, se cierra entero, para siempre, en su yo; se aparta de cualquier otro punto de apoyo, excepto su yo; erige en doctrina lo que es principalmente la catástrofe de su perfección personal; sitúa el centro de su vida religiosa, no en Dios, sino en el hombre. En el momento en que, después de las borrascas desencadenadas por la cuestión de las indulgencias, levanta en el mundo su yo contra el Papa y contra la Iglesia, ha acabado de derrumbarse su vida interior dentro de él». Y más adelante concluye: «…el inmenso desastre que fue para la humanidad la Reforma protestante no es más que el efecto de una prueba interior que resultó mal en un religioso sin humildad… «En sus orígenes y en su causa, el drama de la Reforma ha sido un drama espiritual, un combate del espíritu». (Jacques Maritain, Tres Reformadores, Ed. Encuentro, Madrid 2008, p. 17-18).

No hay comentarios:

Publicar un comentario