jueves, 6 de abril de 2017

TEXTOS PARA TIEMPOS DE PASIÓN. ACOMPAÑAR A CRISTO EN SU AGONÍA

En el capítulo 9 del Libro de la Vida, Santa Teresa narra de qué modo comenzó el Señor a despertar su alma del letargo espiritual en que se hallaba. Muchos “toques” del divino Artista para hacer de esa buena monja una de las santas más extraordinarias de la historia de la Iglesia, guardan relación con su Pasión. Recojo a continuación algunos textos de gran valor testimonial, teológico y místico de la santa de Ávila, apropiados para meditar en tiempos de pasión.

«Pues ya andaba mi alma cansada y –aunque quería– no la dejaban descansar las malas costumbres que tenía. Me acaeció que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, al mirarla, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y me arrojé junto a Él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle».

«Mas esta vez de esta imagen que digo, me parece me aprovechó más, porque estaba ya muy desconfiada de mí y ponía toda mi confianza en Dios. Le dije entonces, que no me había de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba. Creo cierto me aprovechó, porque fui mejorando mucho desde entonces».

«Tenía este modo de oración: como no podía discurrir con el entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mí; y me hallaba mejor en las partes adonde le veía más solo; me parecía que, estando solo y afligido, como persona necesitada me había de admitir a mí.

De estas simplicidades tenía muchas; en especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto; allí era mi acompañarle; pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había tenido; si podía, deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor; pero me acuerdo que jamás osaba determinarme a hacerlo, porque se representaban mis pecados tan graves. Me estaba allí lo más que me dejaban mis pensamientos, porque eran muchos los que me atormentaban. Muchos años, las más noches, antes que me durmiese –cuando para dormir me encomendaba a Dios– siempre pensaba un poco en este paso de la oración del Huerto, aun antes de ser monja, porque me dijeron se ganaban muchos perdones. Y tengo para mí que por aquí ganó muy mucho mi alma, porque comencé a tener oración sin saber qué era, y ya la costumbre me hacía no dejar esto, como el no dejar de santiguarme para dormir». (Santa Teresa de JesúsLibro de la Vida I, Ed. Rialp, Madrid 1982, p. 87-88).

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