jueves, 6 de julio de 2017

SUMMORUM PONTIFICUM, UN ACTO DE JUSTICIA

Gratias tibi o Benedicte!

Con motivo del décimo aniversario del Motu Proprio Summorum Pontificum por el que Benedicto XVI levantó las absurdas trabas que pesaban sobre el uso de la antigua liturgia, me parece interesante releer un texto extraído de las memorias del papa Ratzinger, cuya atenta lectura ayuda a comprender hasta qué punto a sus ojos Summorum Pontificum era un acto de justicia que no consentía más demora. En este aniversario agradecemos de todo corazón al papa emérito haber devuelto a la Iglesia lo que era suyo, lo que no podía dejar de pertenecerle, y que de un modo hasta entonces desconocido se le había arrebatado.

«P
ara la mayor parte de los padres conciliares la reforma propuesta por el movimiento litúrgico no constituía una prioridad; más aún, para muchos de  ellos ni siquiera era un tema a tratar. Por ejemplo, el cardenal Montini, que después, como Pablo VI, se convirtió en el verdadero papa del Concilio, al presentar su síntesis temática al comienzo de los trabajos conciliares, había dicho con claridad que él no alcanzaba a encontrar en este asunto ninguna tarea especial para el Concilio. La liturgia y su reforma se habían convertido, desde el final de la Primera Guerra Mundial, en una cuestión apremiante solo en Francia y Alemania y, de un modo más preciso, desde el punto de vista de una restauración lo más pura posible de la antigua liturgia romana; a ello se unía también la exigencia de una participación activa del pueblo en el acontecimiento litúrgico. Estos dos países, entonces teológicamente en primer plano (a los que se necesitaba añadir obviamente Bélgica y Holanda), consiguieron obtener en la fase preparatoria que se elaborase un esquema sobre la Sagrada Liturgia, que se insertaba de un modo más bien natural en la temática general de la Iglesia. Que después este texto haya sido el primero en ser examinado por el Concilio no dependió en absoluto de que creciera un interés por la cuestión litúrgica en la mayoría de los padres, sino del hecho de que no se preveía que hubiera grandes polémicas y de que, en cualquier caso, se consideraba el conjunto como objeto de un ejercicio en el que se podían aprender y experimentar los métodos de trabajo del Concilio. A ninguno de los padres se le habría pasado por la cabeza ver en este texto “una revolución” que habría significado el “fin del Medievo”, como a la sazón algunos teólogos creyeron deber interpretar…»
«En este contexto, no sorprende que la “misa normativa” que debía entrar –y entró– en el lugar del Ordo missæ precedente fuese rechazada por la mayor parte de los padres convocados en un sínodo especial en el año 1967. Que algunos (¿o muchos?) liturgistas que estaban presentes como asesores tuviesen ya desde el principio la intención de ir mucho más allá, hoy se puede deducir de algunas de sus publicaciones; no obstante, seguramente no habrían recibido el consentimiento de los padres a estos deseos» (Joseph Ratzinger, Mi vida, Ed. Encuentro, Madrid 2005, p. 119-121).

2 comentarios:

  1. El periódico La Croix informa que el Papa reflexiona sobre el futuro de Summorum Pontíficum, especulándose al respecto sobre la posibilidad de una importante restricción al mismo. ¿Será esto cierto? En tal caso, sería lamentable que se tire por la borda el inapreciable bien que la forma extraordinaria del rito romano, en apenas 10 años desde su liberalización, ha venido haciendo en los católicos, especialmente en los jóvenes, laicos y sacerdotes, que han sido bendecidos en conocerla y quererla.

    Valga al respecto el siguiente testimonio:

    Siete meses antes de su muerte, el padre de quien esto escribe, cristiano observante y piadoso aunque desmoralizado por la progresiva desacralización del culto y por ciertos comportamientos de algunos sacerdotes, se reencontró en una parroquia con la misa de su niñez y juventud, asistiendo a ella los domingo mientras su salud lo permitió, y experimentando gracias a ello un admirable rejuvenecimiento espiritual que lo dispondría a enfrentar de manera valiente y serena sus últimos días. Tuvo además la fortuna de que el sacerdote se la dijera junto a su lecho de enfermo terminal. Su felicidad en medio del dolor fue reconfortante.

    Quiera, pues, el buen Dios seguir brindándonos tan señalados bienes gracias al motu proprio.




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  2. Long live Pope Benedict! AMDG, Most Holy Father.

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